La bulla se escuchaba en las tribunas, los jugadores llegaron con sus familias, niños, mujeres y otros deportistas se paraban a mirar cómo los que iban a disputar el partido se cambiaban y asumían las instrucciones que les dejaban: el líder del equipo para La Esperanza y el director técnico para La Encocada.
En el reloj de La Esperanza el tiempo anunciaba una ausencia: el arquero no podía llegar. Así que alguien tenía que asumir la posición y ponerse el uniforme que lo diferenciaba de los jugadores de campo. Edwin Castrillón asumió esa responsabilidad y salieron a la cancha.
La Encocada con el uniforme a rayas verdes y rojas, se reía de sí mismo hablando de la navidad y las sandías, pero con el pitazo inicial dejó afuera el chiste y se pusieron serios para enfrentar a su rival.

Y fue así como empezó el partido más emocionante de Paz en las Canchas.
Cada uno de los dos equipos entregaba lo mejor de sí, se vivía y se respiraba la intensidad. Desde la tribuna se escuchaban gritos y apodos.
“Vamos Chichar”, “Terri vos sabés con ella”, “Tranquilos”, pareciera que conocieran a sus equipos, parecía que sabían que este nivel de intensidad era normal en ambos equipos, pese a que para muchos era la primera vez que se enfrentaban.
La Esperanza trajo talento en los pies de su número diez y goles en manos de su número siete. El número dos, con su pelo engominado amarrado en una moña, daba seguridad desde atrás. Su improvisado arquero, atajaba lo que podía y sacaba a su equipo jugando con el pie.
En el otro lado, Wualas, como es conocido el arquero de La Encocada, volaba de lado a lado evitando goles que en otros partidos hubieran sido hechos fácilmente. Dejando claro por qué desde que lo vieron llegar, algunos jugadores de otros equipos dijeron que había que verlo en el arco.
Los goles llegaron uno a uno, con La Encocada marcando primero y La Esperanza respondiéndoles como podían.

Terri Daza, de La Encocada llenaba de firuletes cada jugada, corría de un lado a otro y le iba subiendo la intensidad al partido.
Fue tal la intensidad, que hubo una situación accidentada en la que dos jugadores fueron al suelo y llenó de incertidumbre a las hinchadas, pero que se selló con un abrazo y un choque de manos entre los involucrados cuando se pararon de nuevo.
Para el segundo tiempo La Encocada llegó con una ventaja de dos goles. Y empezó a marcar diferencia con sus cambios, con su fútbol y aprovechando que el arquero de La Esperanza era improvisado y a veces abandonaba su arco para empujar a su equipo a empatar y posiblemente empatar.
Cuando el partido estaba 8 a 4, La Esperanza se armó de valor y se fue al ataque para remontarlo. Y la recompensa fueron dos goles que los ilusionaron con el empate, uno de ellos marcado por Edwin, el improvisado arquero. Fue tal la euforia del equipo, que decidieron jugar casi que sin nadie en el arco, sumando un hombre más al ataque. Pero La Encocada se conoce hace tiempo, sabe cómo jugar al fútbol y fue capaz de salir del asedio para empezar a marcar y marcar.

11 a 6 marcaba el tanteador y faltaban aún diez minutos de juego. La Esperanza decidió cambiar a su arquero y puso a un jugador de campo en el arco, para que Edwin pudiera seguir empujando a su equipo. Llevaba casi todo el partido jugando con el uno en la espalda y saliendo hasta medio campo, incluso más allá, para que su equipo atacara más.
Al final, el partido se selló con un 13 a 7 que dejó en el paladar de todos un delicioso sabor a buen fútbol. Todos terminaron hablando del partidazo que acababan de ver y los jugadores se abrazaron sonrientes porque sabían que habían dado lo mejor de sí.
Este se va encaminando como uno de los partidos más emocionantes del torneo y estos dos equipos, como dos grandes exponentes de fútbol que hay que ver y disfrutar durante Paz en las Canchas.